viernes, 10 de abril de 2020

 El rey, nervioso como siempre, hastiado mas por tener un problema sin resolver que por la prolongada ausencia de su vástago preferido, ha impuesto hace unos meses un control riguroso de la habitación; la conservación casi fetichista del lugar, los objetos, la semiapertura de las ventanas para que conserven el clima penumbroso preferido del principe y otras nimiedades que en conjunto y por su exagerada acumulación, han cobrado un aire de importancia inútil.
 Esta todo intacto, en su lugar.  Menos él. El Príncipe no aparece.
Quienes permanecen contados momentos en el lugar, padecen una extraña sensación, de vivir una escena, como de un cuadro, en la que de repente, una pincelada cruel hubiera borrado al príncipe en el último instante, antes de que el observador haya apuntado sisi mira. Un efecto ilusionista de fantamasgoría, Una presencia,  transmutada, por extraño fenómeno, en terrorífica ausencia.
 Solo, María, la mujer obesa y dura del castillo, que ya lo ha visto todo y a nada teme ni repele, se ha hecho asidua a la temida habitación, su limpieza y caprichoso cuidado, solo por normal indiferencia y sin premio alguno mas  que permanecer la jornada en lugar seco en los días de lluvia, cálido en el invierno y seguro en las épocas de guerra y saqueos.
Entre las maledicencias de su lenguaje natural y canciones de burdeles cantadas a media voz, su rutina es fácil y rápida.
Obligada a llevar un conteo y registro de su labor, dicta cada jornada a un secretario real el parte diario, que el hombre guarda textualmente y lee a pedido del rey, haciendo los arreglos de formalidad, estilo y de rigor (el "olor a mierda podrida" que viene de la ventana, el día cuarenta y seis, se transforma, para el severo oído real, en un "molesto vaho, desagradable brisa que invade la habitación desde el balcón", y retoques de ese tipo). Los arreglos arrancan una irónica sonrisa de su majestad, quien, en el fondo mas profundo de su pétreo corazón, atacado por su desgracia, sigue, bondadoso, el triste juego.
Transcurre mas tiempo y María se sorprende en su tarea casi exclusiva, sus manos ahora limpias y su vestido, antes descuidado, prolijo. Compenetrada de la ceremonia,  busca el sillón, espera al secretario, quien tomará otra vez nota de su cada vez menos torpe informe.
El día 283, (eso solo lo sabe el secretario, ella no sabe leer, escribir, ni contar; sabe de muchas cosas mas que solo eso), la mujer, sentada, anuncia un inesperado hallazgo. Con una disimulada sonrisa, abre su mano y deja ver un extraño objeto, que ha encontrado en un rincón inaccesible del cuarto, hasta entonces para ella, Se trata de un estante de libros que ha osado tocar, por el tedio de estar haciendo siempre lo mismo, y se ha movido un objeto nunca advertido.
- Las letras de los libros, me han empezado a llamar la atención, las mismas que usted raya en su cuaderno-  se disculpa, mientras exhibe el objeto, ornamentado con extraños signos, ajenoss aún para el ilustrado secretario. La mujer hace un gesto como de reclamo, sin saber que hacer con el objeto, dejarlo en el piso o en la mano del escribiente.
- Por favor, démelo- el hombre ha sacado un pañuelo blanco de su traje - póngalo aquí, a nadie le va a contar que ha encontrado esto.
 La mujer queda algo decepcionada. Sigue otros cientos de días con su tarea monótona. A nadie cuenta del objeto. Pero tampoco a nadie le dice que ahora abre los libros, con una curiosidad novedosa, observa las letras rayadas en ellos y las imágenes alojadas en sus paginas.
Por las noches, las imagenes de los libros se inmiscuyen en los sueños de María. La mujer habita un nuevo mundo de hermosos y fantásticos caballos, castillos lejanos y fastuosos, seres mitológicos, que ella sabe de dudosa existencia, pero que en sus sueños se convierten en feroces bestias con voz de fuego. Entre ellos vaga libremente un hombre de finos rasgos delicada pero firme voz, mirada sabia y triste pero que no termina de definir su presencia.
María duda en revelar al secretario de del rey el hallazgo, ha encontrado, en sus sueños, al príncipe invisible.




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