viernes, 10 de abril de 2020

El viajero.

La mirada pensativa y severa del primer consejero no se ha separado del objeto en horas. Sobre la mesa, un tablón tan enorme como rustico, la inédita apariencia del objeto atrae la atención de todo el que entra a la sala.
Pasan los minutos y mas hombres posan su vista en el artefacto, todos guardan un pesado silencio. Se ha reunido a casi todos los nobles, después a todos los soldados y plebeyos que han viajado, saben leer y escribir o tienen algún conocimiento particular. Los hombres honestos callan, mas por miedo a encauzar una diligencia inútil que por ignorancia. En nuestro caso esta es real, nadie, para no provocar la esperanza y luego la furia del rey,  arriesga a imaginar ninguna lejana  hipótesis.
Luego de un largo rato, el agotamiento y por el consejo de un viejo, se convoca, como ultimo recurso, a los bufones, embaucadores, presos, mentirosos y locos.
Alguien tiene que dar un  inicio, una dirección a la búsqueda.
A ultimo momento, un ladrón fugitivo, a cambio de mantener su libertad, mas un plato de comida y una botella de vino, negoció un  viajero raptado en el camino que podía entender en el asunto.
-Tiene el aspecto de un amuleto- sostuvo el hombre, de piel absolutamente negra y enfundado en ropajes nunca vistos, sin saber que cada palabra errada podía costarle su única cabeza.
- Que es un amuleto?, pregunta una voz enfurecida desde el extremo mas oscuro del salón.
- Es como tu cruz,  como la forma de tu espada asesina de nuestras mujeres, niños y hombres humildes, algo que te protege del demonio y de tus enemigos.
- Lo has visto antes?- Interviene otra voz, mas serena.
- En mi huida he visto muchos, malignos y benévolos, protectores y vanos, pero ninguno como ese.
Las palabras y la voz cavernosa del viajero cautivan a los nobles, pero no dicen mucho que interese a los indagadores atentos, que sospechan  sabe  más de lo que ha hablado.
- Eres soberbio al dirigirte al rey y dueño de esta comarca, pero también eres audaz al atreverte a revelar tus ideas, por eso tu cabeza permanecerá el tiempo que yo quiera unida a tu cuerpo. Te quedarás en el castillo. Nadie te rendirá honores, pero no podrás salir de aquí sin permiso y vivirás mientras nos seas útil.
- Tengo que agradecerte? estas contando la historia de mi vida.
- Solo calla y habla cuando tengas algo importante para decir, tú sabrás, eres inteligente, tu sugerencias nos ayudarán o serán el arma que empuñarás para tu suicidio.
- Vivo en el silencio, soy un monje...
- Eso no nos importa, se apura  a decir el monje del castillo, solo reza tus plegarias herejes, las que fueran y vayan dirigidas a quien sea, y habla cuando debas.
- Lo mismo voy a decir de ti, solo espero no quedar tan obeso y deforme como tu, por lo que veo tu dios es el de la comida.
El murmullo de una risa malvada rebalsa el salón.
Alguien sale discretamente. Ha empezado a anochecer, el hambre y la sed, aun del mismo rey, vuelve a borronear la memoria del príncipe ausente.
El nuevo huésped da media vuelta y sonríe solo para si, ya que calla sobre esa sensación de familiaridad de una de las siluetas con la de un muchacho que supo cruzar en un oscuro camino, hace un tiempo. El no ha mentido; consejo de nobles le preguntó sobre el amuleto, no por el príncipe.




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